islas de los Uros
Perú

Las islas de los Uros

Tres días de julio conviviendo con los aimara

Después de unas jornadas maravillosas en Cusco, donde disfruté de unos lugares increíbles, me trasladé a Puno. Una ciudad al sur del Perú, muy próxima a Bolivia y pegada al lago Titicaca. Allí se encuentran las famosísimas islas flotantes de los Uros, una de las culturas más antiguas del continente la cual se remonta a épocas anteriores a los Incas. ¿Flotantes? Seguro que a más de uno os ha llamado la atención ese calificativo que le he dado a las islas. Pues si, así es. Las islas de los Uros son islas que están hechas por sus propios habitantes, con una planta parecida al junco que se llama totora. Tanto las islas como sus casas y sus embarcaciones están fabricadas con esa planta. Pero vayamos por partes. Antes de hablaros de ello tengo que contar otras cosas. Me esperan tres días apasionantes en este lugar tan extraordinario.

Llegué a Puno desde Cusco en autobús, después de casi nueve horas de viaje. Son las cinco de la tarde y salgo de la estación de autobuses en busca de un taxi que me acerque hasta el puerto de Kalapajra. Allí, con unas vistas espectaculares del lago Titicaca, espero a que venga a buscarme Néstor en su barca. Néstor va a ser mi anfitrión estos días puesto que voy convivir con él y su familia en su isla. Una de las casi 120 islas que componen esta gran comunidad de los Uros. Islas hacia las que ya navego en la barca a motor de mi guía mientras que poco a poco vamos viendo cómo cae la tarde. Una de las cosas que llaman la atención enseguida es la elevada humedad que se nota en el ambiente a medida que nos vamos adentrando en las aguas de este lago tan emblemático.

Historia de las islas de los Uros

El lago Titicaca donde viven los Uros está situado a unos 3.800 metros de altitud, y siempre ha estado rodeado de misticismo. Titicaca, cuyo significado es puma de piedra, fue el lugar del que surgió Viracocha, el Dios Sol, quien a su vez envió a Manco Cápac a fundar la próspera cultura inca en Cuzco. Los Uros, por su parte, fueron una de las primeras culturas del altiplano peruano. Cuyo origen se remonta a la época preinca. Según algunos historiadores procedían de Bolivia, pero emigraron a las zonas costeras después de que se produjeran grandes sequías entre los años 900 y 1.200 d.C. Al principio habitaban en tierra firme pero decidieron construir islas flotantes para evitar ser conquistados por los incas. Así descubrieron que allí tenían más medios de supervivencia. Su idioma originario, el pukina, se fue perdiendo y adoptaron el aimara, que siguen hablando junto con el español.

Tal y como me dijo Néstor, mi anfitrión, en las islas de los Uros viven cerca de dos mil personas en unas 120 islas. Personas que por lo general se emparentan entre ellas. Cada isla tiene un presidente y hay un jefe máximo para todas ellas. Siguen viviendo de manera tradicional en sus chozas de totora. Dedicándose a la pesca, la caza, la elaboración de tapices y desde hace algunos años al turismo. No vayas a las islas de los Uros pensando que vas a encontrar alojamientos de lujo. Nada más lejos de la realidad. En mi habitación solamente la cama. Los baños, ecológicos, están fuera. No requieren de agua para la evacuación de residuos. En su lugar, se utiliza serrín u otros métodos de compostación para degradar la materia fecal. Nada de wifi, luz con paneles solares y solamente un enchufe en la habitación comedor.

La vida en las islas de los Uros

Mucha gente dice que no merece la pena la excursión a estas islas. Y quizás tengan razón si te ciñes a la típica visita que la mayoría de los turistas hacen desde Puno. Creo que la verdadera manera de conocer y visitar esta comunidad es haciendo turismo vivencial. Es decir, un turismo en el que, además del hospedaje, el visitante se sienta como de la familia. Y que lo sienta de corazón. Desayunando y cenando con la familia correspondiente y siendo partícipe de sus quehaceres diarios: pescar, tejer tapices, navegar por el lago, charlar… Néstor y Ana, su mujer, se portaron conmigo de maravilla. Y después de pasar tres días con sus respectivas noches en su isla, ya me consideraban como parte de su familia. Hay que tener en cuenta que la mayoría de sus visitantes como mucho se quedan dos noches. Y lo normal es pernoctar solamente una.

También la familia te facilita las excursiones fuera de sus islas. Ya sea el traslado a Puno para ir a tierra firme y hacer otras visitas. O también las excursiones a otras islas del lago Titicaca, estas ya de tierra, en las que navegas por esta inmensa mole de agua durante casi tres horas. Son las visitas a las islas de Amantaní o de Taquile. La isla de Amantaní es la de mayor extensión del lado peruano del Titicaca y es un remanso de tranquilidad y paisajes bucólicos aún desconocido por la mayoría de los viajeros. En ella se conservan tradiciones milenarias y la posibilidad de conocer una vida auténtica en comunidad. La isla de Taquile, más pequeña, puede presumir de que sus producciones textiles fueron declaradas por la UNESCO Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad en 2005. En estas dos islas también puedes disfrutar del turismo vivencial.

La totora y los tapices

Los islotes amarillentos en los que los Uros levantan sus casas están construidos con un tipo de junco llamado totora que crece en el agua. Los uros recolectan sus raíces cuando salen a flote, en la época de lluvia, cortan grandes bloques y los van uniendo hasta que forman una isla flotante que puede perdurar hasta 23 años. Para mantenerlas, cada 15 días se añade una nueva capa de totora sobre la superficie y anclan las islas con cuerdas, estacas y piedras que se hunden a una profundidad de unos tres metros, me explica Néstor en una de las tantas charlas que mantuve con él estos tres días. También las viviendas y algunas de las embarcaciones que utilizan están fabricadas con totora, planta que además comen y utilizan como medicina. Las casas, de forma rectangular, son unos pequeños habitáculos de una sola pieza en los que duerme toda la familia.

En cada isla conviven entre cinco y siete familias que subsisten gracias a la caza y la pesca que luego venden o cambian en el mercado de Puno. Además, realizan hermosos y coloridos bordados y artesanías de totora. Ana, la mujer de Néstor, realiza una labor textil impresionante. Unas verdaderas obras de arte de las que más abajo os dejo unas muestras. Tanto me gustaron que le compré dos, que adornan de manera muy agradable los hogares de mis hijas. Me contó Ana que esta labor la aprendió en la escuela. Una escuela que actualmente cuenta con unos 60 niños, con 4 maestros que vienen de Puno y otros 2 que son de las islas. Fue dura la estancia allí, pero conocer a Néstor y Ana y su forma de vida mereció la pena. De lo mejor de mi viaje a Perú. Sin duda alguna.

Tres días que recordaré toda mi vida

Los días que pasé en las islas de los Uros los voy a recordar siempre. A pesar de la dureza de la vida en estas islas, sobre todo en la época de lluvias, en cada momento te reciben con una sonrisa. La amabilidad, el respeto y la buena educación son las características que definen a estas gentes. Debajo de estas líneas dejo las fotos que os he mencionado antes de algunos de los tapices de Ana. Y después los enlaces a los dos vídeos que he realizado de esta experiencia. Y una recomendación. Si alguna vez viajáis a Perú y decidís visitar las islas de los Uros, hacedlo de esta manera, conviviendo con ellos. Aunque sólo sea una noche. Echadle un vistazo a las pequeñas pelis que he hecho y si os gustan dejad algún comentario. SUSCRIBIRSE y disfrutar de la vida. Muchas gracias.

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