Senda Pirenaica. Etapa 37: Requessens – Vilamaniscle

Jueves, 25 de agosto de 2022

Salgo muy temprano de la finca de Requessens en esta etapa 37 de la Senda Pirenaica. Continúo por la pista por la que venía ayer. El tiempo ha cambiado radicalmente, nada de calor y mucho viento. Presagio de que va a caer una buena tormenta. Los pies, como me temía, siguen sin recuperarse. Así que será cuestión de llevar con paciencia la jornada y esperar a que no llueva. El viento azota con fuerza los alcornoques que tengo alrededor y todo se pone más oscuro. Menos mal que el desnivel de la etapa de hoy es insignificante y no es un hándicap añadido. Los primeros cinco kilómetros los llevo sin problemas. Ni rastro del calorazo de las anteriores jornadas. El GR11 pasa junto a un muro que se deja a la derecha. Escondido en el bosque está el refugio del Forn de Calç (467 m).

Lo que más miedo me da en la montaña termina por aparecer: la tormenta. Cada vez más cerca escucho los truenos, el viento no cesa y comienza a llover. Primero muy lentamente y poco a poco con más fuerza. Quizás sea la quinta vez que me llueve en toda la Senda Pirenaica. Afortunadamente el sendero sigue bajo un tupido bosque de encinas, lo que me permite ponerme el impermeable y proteger la mochila. Los pies quedan bajo la simple protección de las botas, así que me temo lo peor. Más o menos en dos horas llego al Portell de les Creus (699 m), el punto más alto de esta etapa 37 de mi Senda Pirenaica. Ahora lo que viene desde este momento es todo descenso hasta la mitad de la etapa, justo donde comienzan los 9 kilómetros de asfalto por el camí de l’Albera.

Senda Pirenaica. Etapa 37

Todo se va estropeando en esta etapa 37 de la Senda Pirenaica

A pesar de la lluvia y del viento hay que reconocer que el paisaje no deja de ser impresionante. Por lo que me armo de valor y sigo caminando. De vez en cuando paro para hacer alguna fotografía y disfrutar de las vistas. Lo que no llego a encontrar es alguno de los dólmenes, muy abundantes en toda esta zona. Quizás porque voy más preocupado de mirar al cielo para ver si veo algún claro que dé señales de que la tormenta amaina. Pero no es así. Y sigo caminando bajo la lluvia. Y los pies cada vez peor. Pienso en que todavía quedan muchos kilómetros, no he llegado ni a la mitad del recorrido de hoy, y el pesimismo se apodera de mí. Voy a continuar hasta que deje de llover y cuando lo haga voy a revisar mis pies y las heridas que llevo en ellos.

Senda Pirenaica. Etapa 37

Senda Pirenaica. Etapa 37

Después de tres horas de lluvia, viento y alguna tormenta, parece que el cielo me deja descansar. Aparecen los primeros claros y la sonrisa vuelve a mi rostro. Por lo que decido quitarme el impermeable, ver el mapa y reorganizar la etapa. Veo que la pequeña aldea de Els Vilars está muy cerca y decido continuar hasta allí para comprobar el estado de mis pies. Pero noto que va a ser muy difícil continuar. Por el camino disfruto de una bella estampa en la que veo en el horizonte el mar Mediterráneo. Ni eso me da ánimos en el día de hoy. Continúo por la pista y llego a Els Villars (237 m). Allí compruebo el mal estado de mis pies, pienso en los 9 kilómetros de asfalto que me esperan un poco más adelante y decido que es imposible seguir.

Senda Pirenaica. Etapa 37
Mar Mediterráneo al fondo
Casas en Els Vilars

Abandono la etapa 37 de la Senda Pirenaica

Con todo el dolor de mi corazón dejo de andar. Es parar hoy para terminar las dos etapas que me quedan hasta el cabo de Creus o continuar machacando mis pies y dejarlo hasta el año que viene. Así que me siento y descanso durante un rato. De una de las casas rurales que están al lado de donde estoy sentado, salen dos parejas que están allí alojados. Me ven la cara que tengo y el estado en el que estoy y me preguntan si me llevan a algún sitio. Sin decirles yo nada se ofrecen a acercarme hasta el pueblo de Espolla, donde podré desayunar. Es impresionante conocer a gente así, que desinteresadamente te regalan su ayuda. En El Portal de l’Albera, donde desayuno tranquilamente y descanso durante un buen rato, otro señor se vuelve a ofrecer para llevarme hasta Vilamaniscle en su coche. Qué maravilla.

Lo que tendría que haber hecho andando.

La generosidad es un valor que muchos piensan que se está perdiendo, pero la verdad es que no es así; siempre hay personas que dan sin esperar nada a cambio. Y hoy lo que podido comprobar. Gracias a estas dos personas he podido llegar a Vilamaniscle sin estropear más mis pies. Verdaderamente tengo mucho dolor y me ha venido muy bien estar en mi alojamiento tan pronto. Voy a pernoctar en el único sitio posible en esta localidad , en Mas Vivent, una masía que se encuentra en unos parajes excepcionales para ser contemplados en cualquier época del año. Alojamiento y desayuno por 181€. Si, excesivamente caro. Por eso me voy a comer y a cenar al chiringuito de la piscina municipal, que está a la salida del pueblo. Os dejo para finalizar el pequeño vídeo de la etapa de hoy.

Lo que he hecho en coche.